jueves, 3 de noviembre de 2011

La Cultura Emprendedora, sus barreras y la crisis (*)


Estos días se está celebrando en varias ciudades el Día del Emprendedor. Iniciativa que desde hace años busca incrementar el escaso número de emprendedores y ponerlos en valor. A esta se han añadido muchas otras iniciativas que muestran como el fomento del emprendimiento parece estar más de moda que nunca y es unánime su apuesta como solución a la crisis y sobre todo, al enorme desempleo actual. 

Para afrontar esta situación y necesidad cabe plantearse previamente dos reflexiones. La primera es, si el emprendedor ¿nace o se hace?; y la segunda es, ¿por qué faltan emprendedores y es necesario fomentar el emprendimiento?. 

Como respuesta a la primera pregunta, en mi humilde opinión creo que algunos nacen con ese espíritu, pero el emprendedor también se hace. Para responder a la segunda cuestión, bastante más complicada, voy a intentar recopilar aquellas barreras que pueden existir para ser emprendedor y que ayudan a justificar esta carencia. 

En España, se estima que sólo el 4% de los menores de 25 años emprende su negocio (mientras se habla ya de ellos como una “generación perdida”). En EE.UU. por ejemplo, ese porcentaje se aproxima al 60%. Sin embargo, somos el país con más autónomos y con un número total de emprendedores relativamente alto, pero asociados en su mayoría a la construcción y hostelería, y en gran parte motivados como reacción a una situación de desempleo o de frustración en el puesto laboral. Esta última situación debería evitarse, apoyando la figura del intraemprendedor (ser emprendedor no es sinónimo de ser empresario) y fomentando la innovación dentro de la empresa. 

El porque de estos datos nos lleva a echar la vista atrás y reconocer que no existe una cultura, un clima favorable para el emprendimiento, consecuencia quizás de algunas barreras tales como:

Imagen tradicional del empresario negativa. Existen ciertos prejuicios iniciales muy arraigados. La percepción sobre ser emprendedor, arriesgar el patrimonio, montar un negocio y ganar dinero, no ha sido tradicionalmente muy favorable. 

Valoración social del fracaso. El fracaso está muy mal visto, lo que genera aversión al riesgo. Siguiendo el ejemplo de EE.UU. donde el fracaso es sinónimo de aprendizaje y de orgullo, hasta para incluirlo en el curriculum y hacerlo público. Además, quien triunfa invierte y ayuda a quien empieza, generando un círculo virtuoso de confianza. Aquí ocurre justo lo contrario. A esto cabría añadirle altas dosis de envidia, que suele llevar a difuminar los éxitos y destacar los fracasos. Es muy español la velocidad con la se encumbra y se dilapida a alguien, pasar de héroe a villano suele ser muy fácil. Falta además un poco más de memoria y respeto. Un buen ejemplo de esto se puede ver en el deporte. 

Cultura de subvención. Búsqueda de la seguridad y la sobreprotección, condicionando la iniciativa a la obtención de ayudas y financiación. Otro motivo para la aversión al riesgo. No obstante los apoyos y la financiación han crecido mucho, lo que lleva a pensar en si el problema no estará en la falta de información. 

Familia y colegio. Desde pequeños se debería inculcar el espíritu emprendedor y para ello, la familia y el colegio son fundamentales. Sin embargo, muchos de nosotros hemos crecido con una visión única, de lograr un título universitario y ser contratados en una gran empresa. Para la mayoría, ser emprendedor no era una opción deseable por nuestros padres. 

A su vez, en el colegio la iniciativa, la creatividad y las artes en general, no cotizaban. Esto en parte, parece estar cambiando con la incorporación progresiva de la asignatura de Empresa e Iniciativa Emprendedora, aunque de forma lenta y no generalizada. En este sentido, los últimos estudios demuestran que a mayor nivel educativo, mejora la calidad del emprendimiento y la viabilidad de las empresas creadas. 

Falta de formación en competencias básicas. Nuestra educación a todos los niveles, adolece de escasa preparación en ciertas competencias, que resultan imprescindibles para el desarrollo profesional de hoy en día, como son: hablar en público, presentación de proyectos, liderazgo, negociación, trabajo en equipo, etc. Por el contrario, tenemos la generación mejor preparada en conocimientos, y lamentablemente, en muchos casos excesiva para la oferta laboral existente. 

Miedos personales, falta de autoconfianza y preparación. Hasta hace poco la formación para el emprendimiento era muy escasa, que unido a las barreras anteriores, agravaban el miedo inicial, los complejos, las dificultades, la falta de autoconfianza, etc. 

Errónea vinculación a estudios económicos e ingenierías. Resulta tan habitual como erróneo comprobar la asociación que existe del emprendimiento con las titulaciones económicas o las ingenierías, como si el no tener título universitario o al menos no de esas áreas de conocimiento, fuese un impedimento para ser emprendedor. 

Burocracia y papeleo. Según el informe Doing Business del Banco Mundial, España ocupa el puesto 146 en facilidad para crear empresas (en 2011 ha perdido 4 puestos), sin embargo, pasa a ocupar el puesto 19 en facilidad para cerrarlas. La media para poner una empresa en funcionamiento es de 47 días. Urge simplificar, agilizar y abaratar los trámites. 

Apoyo fiscal al ahorro y la inversión. En el contexto actual resulta imprescindible favorecer fiscalmente las inversiones para emprendimiento, en especial de pequeños inversores, como microaportaciones, business angels, prestamos entre particulares, etc., así como los microcréditos bancarios, prestamos participativos, capital riesgo, etc. 

Falta de financiación y crédito bancario. Todos somos conscientes de la actual situación de los bancos y cajas, lo que lleva a una grave sequía de créditos, que unido a la necesidad de disponer de avales personales, resulta misión casi imposible obtener un crédito para emprender. A diferencia de otros destinos del crédito, para el emprendimiento debería ser tomado como una prioridad.

Apoyo a los autónomos y pymes. En España el sector empresarial está compuesto mayoritariamente por pymes y autónomos, que son los que generan más empleo. Hay que añadir la significativa aportación que en los últimos años suponen para el empleo, el tercer sector y en especial, las empresas de economía social. Sin embargo, dada esta situación se echan en falta medidas de apoyo a los autónomos y pymes que ayuden a garantizar su liquidez y viabilidad, como pueden ser: agilizar los pagos de las administraciones, flexibilizar el pago de impuestos en función de los ingresos efectivos o aplazar los pagos del primer año, etc. 

Sin ánimo de ser exhaustivo, estos son sólo algunos de los obstáculos que se han venido denunciando como barreras para el emprendimiento y que justifican dicha carencia. En la medida de lo posible, debemos derribarlas entre todos, ya que el emprendimiento supone un factor esencial de crecimiento económico, social y cultural. Incrementar y consolidar el número de pymes, especialmente las de base tecnológica, dará un empujón a nuestra economía y a competir en un mercado globalizado. 

En cualquier caso, esta es una solución necesaria pero no suficiente. En este sentido, parece existir un amplio consenso, en que la fórmula para salir de la crisis debe pasar por, la necesidad de crear empresas (a través del fomento de la cultura emprendedora); por mantener las empresas actuales (vía fomento de la cultura de la innovación, como estrategia competitiva, y de la productividad personal, cuestión en la que ocupamos los últimos lugares); y por consolidar las empresas que sean competitivas internacionalmente, en el marco de un nuevo modelo económico basado en la sociedad del conocimiento, con principios y valores sólidos, donde la ética personal y el desarrollo socialmente responsable, sean la brújula en nuestro camino.


(*) Este artículo fué publicado en el suplemento "Mercados" de LA VOZ DE GALICIA el pasado domingo  23 de octubre, bajo el título "Urgencia: cultura emprendedora".

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