Estos días se
está celebrando en varias ciudades el Día del Emprendedor. Iniciativa que desde
hace años busca incrementar el escaso número de emprendedores y ponerlos en
valor. A esta se han añadido muchas otras iniciativas que muestran como el
fomento del emprendimiento parece estar más de moda que nunca y es unánime su
apuesta como solución a la crisis y sobre todo, al enorme desempleo actual.
Para afrontar
esta situación y necesidad cabe plantearse previamente dos reflexiones. La
primera es, si el emprendedor ¿nace o se hace?; y la segunda es, ¿por qué
faltan emprendedores y es necesario fomentar el emprendimiento?.
Como respuesta
a la primera pregunta, en mi humilde opinión creo
que algunos nacen con ese espíritu, pero el emprendedor también se hace. Para
responder a la segunda cuestión, bastante más complicada, voy a intentar
recopilar aquellas barreras que pueden existir para ser emprendedor y que ayudan
a justificar esta carencia.
En España, se
estima que sólo el 4% de los menores de 25 años emprende su negocio (mientras se
habla ya de ellos como una “generación
perdida”). En EE.UU. por ejemplo, ese porcentaje se aproxima al 60%. Sin
embargo, somos el país con más autónomos y con un número total de emprendedores
relativamente alto, pero asociados en su mayoría a la construcción y hostelería,
y en gran parte motivados como reacción a una situación de desempleo o de frustración
en el puesto laboral. Esta última situación debería evitarse, apoyando la
figura del intraemprendedor (ser
emprendedor no es sinónimo de ser empresario) y fomentando la innovación dentro
de la empresa.
El porque de
estos datos nos lleva a echar la vista atrás y reconocer que no existe una
cultura, un clima favorable para el emprendimiento, consecuencia quizás de
algunas barreras tales como:
Imagen tradicional del empresario negativa.
Existen ciertos prejuicios iniciales muy arraigados. La percepción sobre ser
emprendedor, arriesgar el patrimonio, montar un negocio y ganar dinero, no ha
sido tradicionalmente muy favorable.
Valoración social del fracaso. El
fracaso está muy mal visto, lo que genera aversión al riesgo. Siguiendo el
ejemplo de EE.UU. donde el fracaso es sinónimo de aprendizaje y de orgullo, hasta
para incluirlo en el curriculum y hacerlo público. Además, quien triunfa
invierte y ayuda a quien empieza, generando un círculo virtuoso de confianza.
Aquí ocurre justo lo contrario. A esto cabría añadirle altas dosis de envidia,
que suele llevar a difuminar los éxitos y destacar los fracasos. Es muy español
la velocidad con la se encumbra y se dilapida a alguien, pasar de héroe a villano
suele ser muy fácil. Falta además un poco más de memoria y respeto. Un buen
ejemplo de esto se puede ver en el deporte.
Cultura de subvención. Búsqueda de la
seguridad y la sobreprotección, condicionando la iniciativa a la obtención de
ayudas y financiación. Otro motivo para la aversión al riesgo. No obstante los
apoyos y la financiación han crecido mucho, lo que lleva a pensar en si el
problema no estará en la falta de información.
Familia y colegio. Desde pequeños se
debería inculcar el espíritu emprendedor y para ello, la familia y el colegio
son fundamentales. Sin embargo, muchos de nosotros hemos crecido con una visión
única, de lograr un título universitario y ser contratados en una gran empresa.
Para la mayoría, ser emprendedor no era una opción deseable por nuestros
padres.
A su vez, en
el colegio la iniciativa, la creatividad y las artes en general, no cotizaban.
Esto en parte, parece estar cambiando con la incorporación progresiva de la
asignatura de Empresa e Iniciativa Emprendedora, aunque de forma lenta y no
generalizada. En este sentido, los últimos estudios demuestran que a mayor
nivel educativo, mejora la calidad del emprendimiento y la viabilidad de las
empresas creadas.
Falta de formación en competencias básicas.
Nuestra educación a todos los niveles, adolece de escasa preparación en ciertas
competencias, que resultan imprescindibles para el desarrollo profesional de hoy
en día, como son: hablar en público, presentación de proyectos, liderazgo,
negociación, trabajo en equipo, etc. Por el contrario, tenemos la generación
mejor preparada en conocimientos, y lamentablemente, en muchos casos excesiva
para la oferta laboral existente.
Miedos personales, falta de autoconfianza y
preparación. Hasta hace poco la formación para el emprendimiento era muy
escasa, que unido a las barreras anteriores, agravaban el miedo inicial, los
complejos, las dificultades, la falta de autoconfianza, etc.
Errónea vinculación a estudios económicos e
ingenierías. Resulta tan habitual como erróneo comprobar la asociación que
existe del emprendimiento con las titulaciones económicas o las ingenierías,
como si el no tener título universitario o al menos no de esas áreas de
conocimiento, fuese un impedimento para ser emprendedor.
Burocracia y papeleo. Según el informe
Doing Business del Banco Mundial, España ocupa el puesto 146 en facilidad para
crear empresas (en 2011 ha perdido 4 puestos), sin embargo, pasa a ocupar el
puesto 19 en facilidad para cerrarlas. La media para poner una empresa en
funcionamiento es de 47 días. Urge simplificar, agilizar y abaratar los
trámites.
Apoyo fiscal al ahorro y la inversión.
En el contexto actual resulta imprescindible favorecer fiscalmente las
inversiones para emprendimiento, en especial de pequeños inversores, como microaportaciones,
business angels, prestamos entre particulares, etc., así como los microcréditos
bancarios, prestamos participativos, capital riesgo, etc.
Falta de financiación
y crédito bancario. Todos somos conscientes de la actual situación de los
bancos y cajas, lo que lleva a una grave sequía de créditos, que unido a la necesidad
de disponer de avales personales, resulta misión casi imposible obtener un
crédito para emprender. A diferencia de otros destinos del crédito, para el
emprendimiento debería ser tomado como una prioridad.
Apoyo a los autónomos y pymes. En
España el sector empresarial está compuesto mayoritariamente por pymes y
autónomos, que son los que generan más empleo. Hay que añadir la significativa
aportación que en los últimos años suponen para el empleo, el tercer sector y
en especial, las empresas de economía social. Sin embargo, dada esta situación
se echan en falta medidas de apoyo a los autónomos y pymes que ayuden a
garantizar su liquidez y viabilidad, como pueden ser: agilizar los pagos de las
administraciones, flexibilizar el pago de impuestos en función de los ingresos
efectivos o aplazar los pagos del primer año, etc.
Sin ánimo de ser
exhaustivo, estos son sólo algunos de los obstáculos que se han venido
denunciando como barreras para el emprendimiento y que justifican dicha
carencia. En la medida de lo posible, debemos derribarlas entre todos, ya que el
emprendimiento supone un factor esencial de crecimiento económico, social y
cultural. Incrementar y consolidar el número de pymes, especialmente las de
base tecnológica, dará un empujón a nuestra economía y a competir en un mercado
globalizado.
En cualquier
caso, esta es una solución necesaria pero no suficiente. En este sentido, parece
existir un amplio consenso, en que la fórmula para salir de la crisis debe
pasar por, la necesidad de crear
empresas (a través del fomento de la cultura emprendedora); por mantener las empresas actuales (vía
fomento de la cultura de la innovación, como estrategia competitiva, y de la
productividad personal, cuestión en la que ocupamos los últimos lugares); y por
consolidar las empresas que sean
competitivas internacionalmente, en el marco de un nuevo modelo económico basado
en la sociedad del conocimiento, con principios y valores sólidos, donde la
ética personal y el desarrollo socialmente responsable, sean la brújula en
nuestro camino.
(*) Este artículo fué publicado en el suplemento "Mercados" de LA VOZ DE GALICIA el pasado domingo 23 de octubre, bajo el título "Urgencia: cultura emprendedora".
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